Leo y traduzco al italiano los poemas de Luisa.
Quiero acompañarla sin prisas, «soñando» con su vida y su historia. Las palabras «sueño» y «soñar» se repiten a menudo en sus poemas.
La suya fue una infancia marcada por la pobreza, el trauma y la precariedad, pero también profundamente arraigada en el amor a su tierra y en el vínculo con su familia. La privación ha desarrollado su resiliencia, su curiosidad, la capacidad de crear, con su imaginación, otras existencias y sobre todo la suya propia.
Estoy leyendo, y me conmueve la forma en que enfrentó la enfermedad y la muerte. Me parece que siempre ha mantenido el hilo de su existencia, el sentimiento de una continuidad de ser, oscilando entre momentos de desesperación y momentos de plenitud que solo pueden ser transitorios.
Como dice María Zambrano en Claros del bosque, se pasa de las oscuras zonas de sombra al esplendor de los claros iluminados, abandonándose no a las certezas racionales sino al saber del cuerpo, a sus sensaciones y emociones, a una fuerza que viene de lejos.
“Días y horas que irrumpen
desde lejos
en esta plenitud de mi ser «.
El duelo de un ser querido, pero también del propio cuerpo que enferma o envejece y decae, es una experiencia de intermitencias entre sentimientos de pérdida y tristeza que parecen irrevocables y momentos de profunda quietud. La tranquilidad, el instinto de quietud del que habla Ferenczi, es una exigencia fundamental del ser humano, la base de su sentido de seguridad. Luisa encuentra de vez en cuando esta quietud, aunque teñida de un ansioso presentimiento, cuando se detiene en los recuerdos de su infancia, que la devuelven a su lugar de origen.
«Y digo lo que está tan lejos y tan junto,
lo que me trae el tiempo. «
Y el tiempo trae el sentimiento, agridulce ,de la nostalgia por lo que ya no será, pero que ha dejado huellas de algo que no está muerto. Es un sentimiento que abre a la esperanza de redescubrir ese sentido de pertenencia y de plenitud que se ha experimentado en el pasado.
“Ayer es hoy”.
Los recuerdos entran en el presente con los mismos sentimientos intensos y con la misma fantasmagoría del pasado. Irrumpe, por ejemplo, el encanto de la naturaleza, a la que es tan sensible Luisa.
“Es el recuerdo de lo que ya
no es,
el cálido sol que llevó
la tormenta,
el desayuno de arenque,
el hollín de la chimenea,
la grama de este matorral «.
La imagen del mar vuelve a menudo, el mar que fascina a Luisa, que la invita acogedor. Son las primigenias aguas maternas en las que fantasea con entrar, como un barco que al fin la llevará a un lugar de paz.
Claudio Miglioli